"Desmontando la guerra.."
En un pueblo recóndito de una provincia georgiana que se
encuentra en medio del conflicto que en el año 1990 mantuvieron caucásicos y
georgianos, un honesto anciano estonio llamado Ivo, mantiene su residencia a pesar de
que la mayor parte del pueblo, entre ellos su familia, decidieron abandonarlo
para regresar a su tierra de origen.
La pausada y rutinaria vida de Ivo, que junto a su amigo y
vecino Margus viven por y para las mandarinas, de pronto se ve interrumpida por la
aparición de un par de soldados moribundos tras un ataque perpetrado en el
pueblo, a los que atiende con la ayuda de su vecino.
“Mandarinas” es un hermoso y conmovedor relato sobre la
guerra y su sinsentido, pero sin los elementos bélicos que suelen caracterizar a
las películas de este tipo de género, aquí se habla de las personas, desenfundadas de sus armas y despojadas
de sus uniformes, en el que las únicas
armas útiles son la delicadeza, la sensatez, la honradez y la amabilidad que transmite
un gran hombre por sus huéspedes, por encima de cualquier ideal ya sea
político, religioso o étnico.
Cabe destacar por un lado, la inconmensurable presencia del
actor que interpreta al bueno de Ivo (Lembit Ulfsak) alrededor de la cual giran
todos los demás elementos de la historia, y por otro, la bella y melancólica melodía
que el músico georgiano Niaz Diasamidze hace brotar de su tradicional panduri y que embelesa aún más si cabe esta impactante historia.
En definitiva una sencilla y auténtica obra que empequeñece a
las grandes producciones hollywoodienses y que hace que su mensaje humano cale
muy hondo en el espectador, dejando un regusto agridulce como si degustaras una
de las propias mandarinas que cultivan nuestros protagonistas.
Por eso desde este blog aparte de la reseña, os la RECOMENDAMOS encarecidamente, CINE en mayúsculas.
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